viernes, 29 de junio de 2018

HISTORIA ¿CIENCIA SOCIAL O DISCIPLINA?


Historia

La historia es la ciencia que tiene como objeto el estudio de sucesos del pasado, tradicionalmente de la humanidad, y como método propio de las Ciencias Sociales/Humanas, así como el de las Ciencias Naturales en un marco de interdisciplinariedad. Siendo la disciplina que estudia y narra cronológicamente los acontecimientos pasados. Se denomina también «historia» al periodo que transcurre desde la aparición de la escritura hasta la actualidad, aunque es un convencionalismo ampliamente superado en la actualidad, considerando a la prehistoria también como parte intrínseca de la historia.

Más allá de las acepciones propias de la Ciencia Histórica, Ciencia de la Historia, Ciencias Históricas o Ciencias de la Historia, «historia», en el lenguaje usual, es la narración de cualquier suceso, incluso de sucesos imaginarios y de mentiras; sea su propósito el engaño, el placer estético o cualquier otro (ficción histórica). Por el contrario, el propósito de la ciencia histórica es averiguar los hechos y procesos que ocurrieron y se desarrollaron en el pasado e interpretarlos ateniéndose a criterios de objetividad; aunque la posibilidad de cumplimiento de tales propósitos y el grado en que sean posibles son en sí mismos objetos de estudio de la Historiología o Teoría de la Historia, como epistemología o conocimiento científico de la historia.

A su vez, llamamos «historia» al pasado mismo, e, incluso, puede hablarse de una «Historia Natural» en que la humanidad no estaba presente (término clásico ya en desuso, que se utilizaba en oposición a la historia social, para referirse no solo a la geología y la paleontología sino también a muchas otras Ciencias Naturales —las fronteras entre el campo al que se refiere tradicionalmente este término y el de la prehistoria y la arqueología son imprecisas, a través de la paleoantropología—, y que se pretende complementar con la Historia ambiental o ecohistoria, y actualizarse con la denominada «Gran Historia»: campo académico interdisciplinar que se define como "el intento de comprender de manera unificada, la historia del Cosmos o Universo, la Tierra, la Vida y la Humanidad", cubriendo la historia desde el Big Bang hasta la Historia del mundo actual).

Ese uso del término «historia» lo hace equivalente a «cambio en el tiempo». En ese sentido se contrapone al concepto de filosófico equivalente a esencia o permanencia (lo que permite hablar de una filosofía natural en textos clásicos y en la actualidad, sobre todo en medios académicos anglosajones, como equivalente a la física). Para cualquier campo del conocimiento, se puede tener una perspectiva histórica —el cambio— o bien filosófica —su esencia—. De hecho, puede hacerse eso para la historia misma (véase tiempo histórico10) y para el tiempo mismo (véase Historia del tiempo de Stephen Hawking, libro de divulgación sobre cosmología). En este sentido, todo pasado en relación al presente hace alusión al tiempo y a su cronología, y por lo tanto tener historia.

En medicina se utiliza el concepto de historia clínica para el registro de datos sanitarios significativos de un paciente, que se remontan hasta su nacimiento o incluso hacer lo propio con respecto a su herencia genética.

El historiador o la historiadora es la persona encargada del estudio de la historia. Al historiador profesional se le concibe como el especialista en la disciplina académica de la Historia, y al historiador no profesional se le tiende a denominar como cronista.

Historia como ciencia

La «Ciencia Histórica», disciplina que estudia los acontecimientos y hechos pasados de acuerdo a determinados principios metodológicos en sus diferentes ámbitos, en un marco interdisciplinar: las «Ciencias Históricas».
Dentro de la popular división entre ciencias y letras o humanidades, se tiende a clasificar a la historia entre las disciplinas humanísticas junto con otras ciencias sociales (también denominadas ciencias humanas); o incluso se la llega a considerar como un puente entre ambos campos, al incorporar la metodología de estas a aquellas. La ambigüedad de esa división del conocimiento humano, y el cuestionamiento de su conveniencia, ha llevado al llamado debate de las dos culturas.

No todos los historiadores aceptan la identificación de la historia con una ciencia social, al considerarla una reducción en sus métodos y objetivos, comparables con los del arte si se basan en la imaginación (postura adoptada en mayor o menor medida por Hugh Trevor-Roper, John Lukacs, Donald Creighton, Gertrude Himmelfarb o Gerhard Ritter). Los partidarios de su condición científica son la mayor parte de los historiadores de la segunda mitad del siglo XX y del siglo XXI (incluyendo, de entre los muchos que han explicitado sus preocupaciones metodológicas, a Fernand Braudel, Karl Dietrich Bracher, Robert Fogel, E. H. Carr, Fritz Fischer, Emmanuel Le Roy Ladurie, Hans-Ulrich Wehler, Bruce Trigger, entre otros). Buena parte de ellos, desde una perspectiva multidisciplinar (Braudel combinaba historia con geografía, Bracher con ciencia política, Fogel con economía, Gay con psicología, Trigger con arqueología), mientras los demás citados lo hacían a su vez con las anteriores y con otras, como la sociología y la antropología. Esto no quiere decir que entre ellos hayan alcanzado una posición común sobre las consecuencias metodológicas de la aspiración de la historia al rigor científico, ni mucho menos que propongan un determinismo que (al menos desde la revolución einsteniana de comienzos del siglo XX) no proponen ni las llamadas ciencias duras.

Por su parte, los historiadores menos proclives a considerar científica su actividad tampoco defienden un relativismo estricto que imposibilitaría de forma total el conocimiento de la historia y su transmisión; y de hecho de un modo general aceptan y se someten a los mecanismos institucionales, académicos y de práctica científica existentes en historia y comparables a los de otras ciencias (ética de la investigación, publicación científica, revisión por pares, debate y consenso científico, etc.).

La utilización que hace la historia de otras disciplinas como instrumentos para obtener, procesar e interpretar datos del pasado permite hablar de ciencias auxiliares de la historia de metodología muy diferente, cuya subordinación o autonomía depende de los fines a los que estas mismas se apliquen.

Etimología

La palabra historia deriva del griego ἱστορία (léase historia, traducible por «investigación» o «información», conocimiento adquirido por investigación), del verbo ἱστορεῖν («investigar»). De allí pasó al latín historia, que en castellano antiguo evolucionó a estoria (como atestigua el título de la Estoria de España de Alfonso X el Sabio, 1260-1284) y se reintrodujo posteriormente en el castellano como un cultismo en su forma latina original.

La etimología remota procede del protoindoeuropeo *wid-tor- (de la raíz *weid-, «saber, ver» —construcción hipotética—) presente también en las palabras latinas idea o visión, en las germánicas wit, wise o wisdom, la sánscrita veda, y las eslavas videti o vedati, y en otras lenguas de la familia indoeuropea.

La palabra antigua griega ἱστορία fue usada por Aristóteles en su Περὶ τὰ ζῷα ἱστορίαι (léase Peri ta zoa jistória, latinizado Historia animalium, traducible por Historia de los animales [el título griego es plural y el latino es singular]). El término se derivaba de ἵστωρ (léase jístōr, traducible por «hombre sabio», «testigo» o «juez»). Se pueden encontrar usos de ἵστωρ en los himnos homéricos, Heráclito, el juramento de los efebos atenienses y en las inscripciones beocias (en un sentido legal, con un significado similar a «juez» o «testigo»). El rasgo aspirado es problemático, y no se presenta en la palabra cognata griega εἴδομαι («aparecer»). La forma ἱστορεῖν («inquirir»), es una derivación jónica, que se expandió primero en la Grecia clásica y más tarde en la civilización helenística.

Historia, historiografía e historiología

En el estudio de la historia conviene diferenciar tres conceptos a veces usados laxamente y que pueden llegar a ser confundidos entre sí:

        La historiografía es el conjunto de técnicas y métodos propuestos para describir los hechos históricos acontecidos y registrados, entendida como la ciencia que se encarga del estudio de la historia. La correcta praxis de la historiografía requiere el empleo correcto del método histórico y el sometimiento a los requerimientos típicos del método científico. También se denomina historiografía a la producción literaria de los historiadores, y a las escuelas, agrupaciones o tendencias de los historiadores mismos.

        La historiología o «teoría de la historia» es el conjunto de explicaciones, métodos y teorías sobre cómo, por qué y en qué medida se dan cierto tipo de hechos históricos y tendencias sociopolíticas en determinados lugares y no en otros. El término fue introducido por José Ortega y Gasset y el DRAE lo define como el estudio de la estructura, leyes y condiciones de la realidad histórica.

        La historia como conjunto de hechos realmente acontecidos en el pasado de la humanidad; aunque muy frecuentemente se entiendan restrictivamente como hechos históricos únicamente a los acontecimientos trascendentes, los que tienen un alcance lo suficientemente amplio como para ser útiles para la comprensión de hechos posteriores, o al menos los que son interpretados así desde la perspectiva del historiador que los destaca o considera dignos de recuerdo (memoria histórica). La selección de esos hechos es cuestión de debate, pues cada una de las interpretaciones de la historia pone el protagonismo de la historia (sujeto histórico) en uno u otro lugar, lo que determina qué datos considerar hechos relevantes. Los partidarios de una historia política, militar, cultural, o de las instituciones no coincidirán con los partidarios de una historia económica y social; oposición expresada en los términos marxistas de superestructura y estructura o el unamuniano de intrahistoria.

Es imposible ignorar la polisemia y la superposición de estos tres términos, pero simplificando al máximo: la historia son los hechos del pasado; la historiografía es la ciencia de la historia; y la historiología es la epistemología o teoría de la historia.

Fines y justificación de la historia

Si la historia es una ciencia social y humana, no puede abstraerse del porqué se encarga de estudiar los procesos sociales: explicar los hechos y eventos del pasado, sea por el conocimiento mismo, sea por que nos ayudan a comprender el presente: Cicerón bautizó a la historia como maestra de la vida, y como él Cervantes, que también la llamó madre de la verdad. Benedetto Croce remarcó la fuerte implicación del pasado en el presente con su toda historia es historia contemporáea. La historia, al estudiar los hechos y procesos del pasado humano, es muy útil para la comprensión del presente y plantear posibilidades para el futuro. Salustio llegó a decir que entre las distintas ocupaciones que se ejercitan con el ingenio, el recuerdo de los hechos del pasado ocupa un lugar destacado por su gran utilidad. Un tópico muy difundido (atribuido a Jorge Santayana) advierte que los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla.

La radical importancia de ello se basa en que la historia, como la medicina, es una de las ciencias en que el sujeto investigador coincide con el objeto a estudiar. De ahí la gran responsabilidad del historiador: la historia tiene una proyección al futuro por su potencia transformadora como herramienta de cambio social; y a los profesionales que la manejan, los historiadores, les es aplicable lo que Marx dijo de los filósofos (hasta ahora se han encargado de interpretar el mundo y de lo que se trata es de transformarlo). No obstante, desde otra perspectiva se pretende una investigación desinteresada para la objetividad en la ciencia histórica. Aunque llegar a conocer los hechos tal como fueron, como pretendía Leopold Ranke, es imposible, sí es un imperativo de la investigación histórica acercarse al máximo a ese objetivo, y además hacerlo con una perspectiva tal que sitúe los hechos en su contexto, de modo que al conocimiento factual se añada el entendimiento de lo que realmente pasó; y aunque sea inevitable que sesgos de todo tipo alteren la forma en que tal entendimiento se produce, al menos ser conscientes de cuáles pueden ser y en qué grado actúan.


Referencias:

• • CARR, Edward H. (1985). ¿Qué es la Historia?. Barcelona : Ariel. ISBN 84-344-1001-X.

• • Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española (2014). «historia». Diccionario de la lengua española (23.ª edición). Madrid: Espasa. ISBN 978-84-670-4189-7.

domingo, 17 de junio de 2018

CRISTIANISMO: ORIGEN, DOCTRINA Y VERACIDAD


CRISTIANISMO

El cristianismo es una doctrina basada en las enseñanzas de Jesús de Nazaret, quien nació por obra y gracia del espíritu santo de Dios, Jehová, al hacer que María quedase en cinta siendo virgen. La genealogía de Jesús comienza desde Adán, está escrita en los libros de Génesis del Antiguo Testamento, desde Adán hasta Abraham (capítulos 10 y 11); y en el Nuevo Testamento, desde Abraham, en Mateo 1:1-17; y desde Adán, en Lucas 3:23-38, aunque hay algunas discrepancias entre los dos libros del Nuevo Testamento, algunos estudiosos afirman que la de Mateo es por la línea de José y la de Lucas es por la de María. La genealogía más difundida y aceptada es la de Mateo. Los padres de Jesús, María y José eran de Galilea y Belén respectivamente, territorios que después de la invasión de Pompeyo, en el año 63 a. C, pasaron a ser parte de Roma.

Todas las generaciones desde Adán hasta Jesús son: Adán engendró a Set, Set engendró a Enós, Enós a Cainán, Cainán a Mahalalel, Mahalalel a Jared, Jared a Enoc, Enoc a Matusalén, Matusalén a Lamec, Lamec a Noé y Noé engendró a Sem. Sem engendró a Arfaxad, Arfaxad a Salas, Salas a Heber, Heber a Peleg; Peleg A Reu, Reu a Serug, Serug a Nacor, Nacor a Taré, y Taré a Abraham. Abraham engendró a Isaac, e Isaac engendró a Jacob, y Jacob engendró a Judá y a sus hermanos. Y Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, y Fares engendró a Esrom, y Esrom engendró a Aram. Y Aram engendró a Aminadab, y Aminadab engendró a Naasón, y Naasón engendró a Salmón. Salmón engendró, de Rahab, a Booz, y Booz engendró, de Rut, a Obed, y Obed engendró a Isaí. Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró, de la que fue esposa de Urías, a Salomón. Salomón engendró a Roboam, y Roboam engendró a Abías, y Abías engendró a Asa. Asa engendró a Josafat, y Josafat engendró a Joram, y Joram engendró a Uzías. Uzías engendró a Jotam, y Jotam engendró a Acaz, y Acaz engendró a Ezequías.

Ezequías engendró a Manasés, y Manasés engendró a Amón, y Amón engendró a Josías. Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, en el tiempo de la a deportación a Babilonia. Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, y Salatiel engendró a Zorobabel. Zorobabel engendró a Abiud, y Abiud engendró a Eliaquim, y Eliaquim engendró a Azor. Azor engendró a Sadoc, y Sadoc engendró a Aquim, y Aquim engendró a Eliud. Eliud engendró a Eleazar, y Eleazar engendró a Matán, y Matán engendró a Jacob. Jacob engendró a José, marido de María, de quien nació Jesús, el que es llamado el Cristo. De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce generaciones; y desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones. En total son 60 generaciones desde Adán hasta Jesús.

El surgimiento del cristianismo fue revolucionario por ser antagónico al naciente imperialismo romano con el cual coincidió en su afianzamiento como imperio que se había establecido el 27 a. C. y estaba en pleno desarrollo por obra de su fundador y primer emperador, Cesar Augusto. Los primeros años del cristianismo fue de persecución, escarmiento y muerte, no era aceptado como religión ni por los judíos ni por los romanos. Emperadores como Calígula, Tito, Nerón, Adriano, entre otros, fueron implacables para impedir su práctica y propagación; pero el emperador Constantino el Grande, en el año 313 d. C. autorizó su prédica en Judea (para entonces llamada Syria-Palestina), a través del Edicto de Milán; y luego en 325 d. C. en el primer Concilio ecuménico de Nicea, fue autorizada su práctica en todo el Imperio. Posteriormente, en el 380 d. C, a través del Edicto de Tesalónica, fue decretado como religión oficial del Imperio romano por parte del emperador Teodosio I. En el año 382 d. C. el papa Dámaso I instruyó al padre Jerónimo de Estridón para que tradujera la Septuaginta.

Los primeros manuscritos (Antiguo Testamento) fueron escritos en arameo unos, y otros en hebreo. En el año 280 a. C. el rey Helénico de Egipto, el griego Ptolomeo II, hijo de Ptolomeo I quien lucho junto a Alejandro Magno, mandó a buscar eruditos al Sanedrín en Jerusalén para que la tradujeran al griego. De este trabajo resultó la Septuaginta (por ser 72 los traductores). Es de hacer notar el hecho en el cual todos los eruditos tradujeron, exacta y milagrosamente, lo mismo sin ninguna diferencia.

El marco teórico-filosófico y jurídico que sustenta la doctrina del cristianismo es la Biblia, su autenticidad ha sido estudiada, debatida y confirmada científicamente por respetados teólogos, filósofos y científicos de diferentes áreas del conocimiento. Los que más han estudiado la veracidad de la Biblia, han sido los escépticos, y por más que han intentado, no han conseguido argumentos sólidos para rebatirla. Entre ellos tenemos a matemáticos, biólogos, paleontólogos, médicos, etc. Lo más impactante y convincente de la Biblia son sus profecías, no hay otro texto que sea tan antiguo, escrito por varias personas, coherente y que tenga tantas profecías precisas e irrefutables, que la Biblia. Otra característica extraordinaria es su divinidad, porque todos sus autores han anunciado que han sido inspirado por Jehová en cualquiera de sus manifestaciones: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Las tres religiones monoteístas, conocidas hasta ahora, Judaísmo, Musulmanes y Cristianismo, sustentan su doctrina en la Biblia; las dos primeras específicamente, en el Antiguo Testamento, al cual los judíos denominan Tanaj y los musulmanes el Talmud, y los cristianos, sencillamente, el Antiguo Testamento. Asimismo, los cristianos denominan Pentateuco a los primeros cinco libros del Antiguo Testamento y los musulmanes le dicen la Torá. La historia de la Biblia se remonta a los tiempos de Moisés, quien escribió los cinco primeros libros denominados el Pentateuco (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio); el rey David escribió los Salmos (casi todos); Salomón, los Proverbios, Eclesiastés y el Cantar de los Cantares; los profetas, sus respectivos libros; y luego de Jesús, el Nuevo Testamento.

La Biblia contiene 66 libros distribuidos en dos tomos: Antiguo y Nuevo Testamento, con 39 y 27 libros respectivamente, unos 40 hombres hicieron de secretarios o escribas, entre ellos hubo agricultores, pescadores, jueces reyes y músicos; se escribió en un periodo de 1600 años; la de los cristianos católicos y ortodoxos contiene 73 libros, 46 en el Antiguo Testamento y 27 en el Nuevo testamento. La biblia fue escrita de forma sencilla para que los menos cultos la entiendan (Luc 10:21); cuando es estudiada por personas que se creen muy cultas y buscan evidencias científicas en ella para darle crédito, se consiguen con una serie de contradicciones que los hace desistir de su estudio por no aceptar su divinidad y poner en primer orden el poco conocimiento que tienen de las ciencias naturales. Eso los hace más escépticos. Albert Eisten, el científico más prominente del siglo XX, decía que “el universo fue creado por Dios y las ciencias tratan de explicar como lo hizo”.

El estudio de la Biblia debe hacerse considerando dos métodos usados para la interpretación de libros sagrados y de textos jurídicos: la Hermenéutica y la Exégesis. Ha sido escrita, como ya dijimos, en forma sencilla para que la entiendan los menos estudiosos; el sentido figurado es más usado que el literal, aunque en ocasiones se usan ambos sentidos. El sentido figurado es más fácil de entender, pero es más difícil de explicar. Muchos escudriñadores de las “sagradas escrituras” han encontrado profecías y códigos que se encuentran extraordinariamente en sus libros.

El tema central de la Biblia es el Reino de Dios, un gobierno celestial que dominará toda la tierra y acabará con la maldad, el sufrimiento y la muerte (Dan 2:44; 7:13, 14; 1Cor 15:24-26; Mat 6:10; Apo 11:15; Sal 37:11). Al respecto, podemos encontrar en la Biblia, su centro geográfico o centro de gravedad, el cual trae un mensaje para todo el mundo acerca de Jehová --nombre en lengua española proveniente del latín Yavé o Yawe, que a su vez se deriva de YHWH, consonantes traducidas al alfabeto latino del Tetragramatón hebreo (הרהꞋ) mostrado por Dios a Moisés dándole a conocer su nombre.-- Esto es como una curiosidad matemática o cabalística: comenzamos diciendo que el versículo más corto de la Biblia es “Jesús lloró” (Juan 11:35), el capítulo más corto de la Biblia es el salmo 117, y el capítulo más largo de la Biblia es el Salmo 119.

Si sumamos los capítulos del primer libro de la Biblia (Génesis) hasta el capítulo más corto, el Salmo 117 (“1 Alabad a Jehová, naciones todas; pueblos todos, alabadle. 2 Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia, y la fidelidad de Jehová es para siempre. Aleluya.”), nos da 594; y si sumamos los capítulos desde el más largo, el Salmo 119, que empieza: “1 Bienaventurados los perfectos de camino, los que andan en la ley de Jehová.”, que está en el Antiguo testamento, hasta el último capítulo del último libro de la Biblia (Revelaciones o Apocalipsis 22), que está en el Nuevo Testamento, también nos da 594 capítulos; al sumarlos todos nos da 1188 capítulos; al buscar el capítulo que está en el centro de la Biblia llegamos al Salmo 118, que comienza así: “1 Alabad a Jehová, porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia.“, pero si buscamos el versículo que está en el centro de toda la Biblia nos encontramos con que es el versículo 8 del Salmo 118, o sea Salmo 118:8. Literalmente son los mismos números de la suma anterior, pero lo extraordinario es lo que dice el versículo: “Mejor es confiar en Jehová que confiar en el hombre.” Esto demuestra que el centro de las sagradas escrituras es Jehová, y el mensaje que transmite es que hay que confiar en Él, amarlo y alabarlo por sobre todas las cosas, como nos los manda en el primer mandamiento del “Decálogo” dado a Moisés (la ley).

Así como esto, podemos ilustrar muchas otras maravillas que nos revela la Biblia, por ejemplo, la alegoría de los imperios y la bestia del libro de Daniel; las bestias del Apocalipsis, el anticristo y la gran ramera; el sello de la bestia y su número, que es de hombre (¿romanos?); y así por el estilo. Pero un hecho extraordinario e impactante es la profecía de la restauración de Israel que se revela a continuación:
1948 - El cumplimiento matemático y profético de la Restauración de Israel

Después de permanecer en poder de los británicos, Palestina fue dividida en dos países con el fin de evitar los conflictos árabe-judíos. Ello conllevó a que David Ben Gurion leyera el 14 de Mayo de 1948 la declaración de Independencia del Estado de Israel en las Naciones Unidas, lo que permitió que, después de siglos de espera, Israel volviera a ser una nación independiente y que se cumpliera una de las más impactantes profecías bíblicas del retorno de los judíos a su territorio. Esta profecía ha hecho que los estudiosos bíblicos hayan quedado perplejos ante tanta precisión histórica y matemática sobre este evento. Los que estudian y escudriñan correctamente la Biblia deben saber que la fecha 14 de mayo de 1948 estaba escondida en las Escrituras. El profeta del Antiguo Testamento Ezequiel de cierta manera profetizó con precisión el año en que Israel sería restaurado y volvería a una tierra propia:

"Y tú te acostarás sobre tu lado izquierdo y pondrás sobre él la maldad de la casa de Israel. El número de los días que duermas sobre él, llevarás sobre ti la maldad de ellos. Yo te he dado los años de su maldad por el número de los días, trescientos noventa días; y así llevarás tú la maldad de la casa de Israel. Cumplidos éstos, te acostarás sobre tu lado derecho segunda vez, y llevarás la maldad de la casa de Judá cuarenta días; día por año, día por año te lo he dado." Ezequiel 4:4-6

Dios le ordena al profeta Ezequiel que hiciera un acto simbólico como "señal a la casa de Israel". Debería diseñar en un adobe la ciudad de Jerusalén y "sitiarla". Además debía recostarse sobre su lado izquierdo por 390 días y sobre su lado derecho 40 días para representar la duración del castigo por la maldad de Israel. Serían castigados perdiendo su territorio y siendo desparramos por el mundo. Cada día en esta profecía representaba un año; día por año. De esta manera, el castigo para las tribus del norte (Israel) sería de 390 años y para las tribus del sur (Judá) 40 años, conformando un total de 430 años de juicio sobre la nación de Israel.

390 años (norte) + 40 años (sur) = 430 años de castigo

La historia viene en nuestra ayuda y nos dice que esta profecía comenzó en el 606 a.C. cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, asoló Jerusalén y llevó cautivos a los judíos. Fue el comienzo del juicio sobre Israel y la pérdida de su territorio. Este periodo de cautividad en Babilonia duró 70 años según las palabras del profeta Jeremías (Jer. 25:11), hasta cuando en la primavera del 536 a.C. el rey Ciro el Grande permitió que algunos judíos retornaran a Jerusalén. De acuerdo con la profecía de Ezequiel, de los 430 años de castigo ya habían transcurrido 70 años, lo que significaba que quedaban 360 años restantes para que la profecía terminara.

430 años - 70 años de Cautiverio = 360 años restantes.

Sin embargo, los judíos, y en su gran mayoría los nacidos en Babilonia, no quisieron retornar a su tierra, pues tenían casas, granjas y negocios en Babilonia y prefirieron seguir comerciando en la tierra pagana viviendo cómodamente antes de regresar a una tierra desolada, lo cual fue una desobediencia a la voluntad de Dios. Sólo 42.360 judíos volvieron desde Babilonia a Israel (Esdras 2:64). Pero en la Biblia también encontramos los peligros de la desobediencia. El libro de Levíticos advierte que si el pueblo judío desobedecía a Dios su castigo sería multiplicado siete veces más:

"Y si aun con estas cosas no me oyereis, yo volveré a castigaros siete veces más por vuestros pecados. Si anduviereis conmigo en oposición, y no me quisiereis oír, yo añadiré sobre vosotros siete veces más plagas según vuestros pecados. Si aun con esto no me oyereis, sino que procediereis conmigo en oposición, yo procederé en contra de vosotros con ira, y os castigaré aún siete veces por vuestros pecados. (Levíticos 26:18, 21,27-28).

Al permanecer en Babilonia, los judíos rehusaron obedecer a Dios, por lo que su castigo fue aumentado siete veces. Si sólo faltaban 360 años para que su castigar terminara, ahora faltarían 2.520 años bíblicos de castigo contra Israel para que la profecía culminara. He aquí el misterio del por qué no terminó en los restantes 360 años venideros el castigo sobre el pueblo judío y la razón del por qué los eruditos no podían conciliar 360 años específicos de castigo sobre Israel.
360 años restantes x 7 veces = 2.520 años bíblicos definitivos.

Pero estos son años bíblicos, los cuales difieren de los años de nuestro calendario Gregoriano. Como el calendario bíblico (y profético) en la Biblia consta de 360 días, sabemos que el periodo de juicio sobre Israel sería de 907.200 días en total.

360 x 360 = 907.200 días.

¿A cuántos años representa 907.200 días en nuestro calendario (gregoriano)? Para saberlo debemos dividir el número de días por la duración de nuestro año. Si el año dura 365,25 días, (el 0,25 corresponde a los años bisiestos), entonces 907.200 días equivalen a 2.483,7 años de castigo sobre Israel.

907.200/365,25 = 2.483,7 años.

Finalmente tenemos una fecha concreta. Desde la desobediencia de los judíos al rehusarse a volver a su tierra hasta que el castigo final y la profecía terminaran debían pasar 2.483,7 años. El punto de partida del conteo comienza en la primavera (21 de marzo) del 536 a.C. Por lo tanto, si logramos contabilizar desde esa fecha los 2.483,7 años se llega a la fecha de 1947,4 porque la primavera comienza el 21 de marzo, el día del equinoccio de primavera en el hemisferio norte.

2.483.7 – 536.3 = 1947.4

Como el año 0 nunca existió, pues desde el año 1 a.C. al 1 d.C. sólo existe un año de diferencia, debemos agregar 1 año a nuestra cuenta, por lo que el período profético de castigo sobre la nación de Israel y su restauración terminó en 1948,4 que equivale al 14 de Mayo de 1948. A la medianoche del 15 de mayo comenzó a regir oficialmente el mandato británico, los cuales dejaron Palestina en soberanía de Israel. ¡La Biblia profetizó exactamente el día en que Israel volvería a ser restaurado!

1947.4 + 1= 1948.4 La fracción 0.4 años equivale a 4,8 meses, (0,4 x 12 = 4,8) y 0,8 meses son 24 días (0.8 x 30 = 24). Esto nos daría exactamente el 14 de Mayo del año 1948, los cuatro meses son: Enero, Febrero, Marzo y Abril, los 24 días son de Mayo, pero hay que restar 10 días debido al ajuste que hubo en el año 1582, cuando se cambió el “calendario Juliano” por el “calendario Gregoriano”, hecho que ocurrió el día jueves 4 de octubre a las doce de la noche, donde en vez de continuar el día 5 el viernes, se pasó al día 15 de Octubre para poder hacer coincidir los equinoccios y los solsticios con los días que verdaderamente corresponde, y establecer los años bisiestos de allí en adelante.

¡Israel está de Regreso en su Tierra como Nación…desde 1948!

Judá (Israel) fue tomado en cautiverio por los babilonios en 606 a. de J.C. Ellos fueron liberados del cautiverio 70 años más tarde por los persas en 536 a. de J.C., exactamente como el profeta Jeremías había predicho, pero su tierra estaba todavía bajo el control de los persas. Los persas fueron vencidos más tarde por los griegos, y la tierra de Israel permaneció en el control Griego. Los griegos fueron vencidos entonces por Roma y la tierra de Israel permaneció en el control romano. Después de fallidas rebeliones contra Roma alrededor de 70 d.J.C. y otro alrededor de 100 años más tarde, los romanos removieron a los judíos de la tierra de Israel, los dispersaron alrededor del mundo, y renombraron la tierra como ‘Palestina’. Entonces, después de 2,500 años, por primera vez desde el cautiverio babilonio en 606 a. de J.C., el mundo vio como Israel otra vez aparecía en el mapa mundial como una nación soberana, el 14 de mayo de 1948… ¡exactamente como estaba profetizado!

En conclusión, el cristianismo es la única religión que puede demostrar a través de su texto sagrado que es verdad todo lo que está escrito en ella, lo que dice que aconteció, lo que está aconteciendo, y lo más importante, lo que va a ocurrir, porque allí hay una promesa para los que se comprometan con el pacto de Jehová que no es más que estar en sintonía con su verbo, y el verbo de Jehová es su palabra y su palabra se volvió carne, su hijo Jesús, el cual nos dice: “Yo soy el camino la verdad y la vida; nadie va al padre sino es por mí.” “Yo soy el alfa y el omega; soy el principio y el fin; Yo estoy en la puerta y llamo, el que abriere entraré en su casa y cenaré con él, y él cenará conmigo”. Amen.