martes, 14 de febrero de 2017

CAPITÁN DE TRES AÑOS EN VENEZUELA
(Discurso del bicentenario de la batalla de la victoria, 13 de febrero de 2014)

       DISCURSO DE ORDEN PRONUNCIADO POR GERMÁN FLEITAS NÚÑEZ (HIJO DE EL POETA GUARIQUEÑO GERMAN FLEITAS BEROES), CRONISTA DE LA CIUDAD DE LA VICTORIA EL 13 DE FEBRERO DE 2014 EN LA PLAZA RIBAS, DURANTE LA SESIÓN SOLEMNE DEL ILUSTRE CONCEJO MUNICIPAL DEL MUNICIPIO “JOSÉ FÉLIX RIBAS” DEL ESTADO ARAGUA, CON MOTIVO DE HABERSE CELEBRADO EL DÍA ANTERIOR,  DOSCIENTOS AÑOS DE LA BATALLA DE LA VICTORIA “DIA DE VENEZUELA EN ARAGUA” Y “DÍA NACIONAL DE LA JUVENTUD.

     “…Un Capitán de dos añosPero el más extraño de todos los honores, el más insólito, surge de la propia mano de Bolívar en el momento de conocer la victoria de la libertad sobre la tiranía.  El trece de febrero, al recibir las primeras noticias del triunfo, dicta un nombramiento   mediante el  cual confiere el grado militar de Capitán Vivo y Efectivo de Infantería de Línea, a su primo hermano José Félix Ribas Palacios, hijo único de su tía Josefa  Palacios Blanco y del Vencedor de La Victoria, José Félix Ribas. Lo insólito está en que al día siguiente, el 14 de Febrero, el nuevo Capitán cumple tres años de edad. El encargado de  comunicarle la decisión al General Ribas es el Secretario de Guerra, Coronel Tomás Montilla (hermano de Mariano), quien lo hace en estos términos: “Benemérito Ciudadano Comandante General de la Provincia: Por cuanto U.S. ha salvado la patria el día de ayer, derrotando completamente al enemigo en la ciudad de La Victoria,  ha tenido a bien el Libertador nombrar al hijo de U.S. ciudadano José Félix Ribas y Palacios, Capitán vivo y efectivo de infantería de línea, con goce de sueldo de tal desde hoy y con la antigüedad del día en que empezare a hacer el servicio. Con esta fecha se comunica al Inspector y al Señor Secretario de Hacienda; y yo tengo el honor de participarlo a U.S. para su satisfacción. Dios guarde a V.S. muchos años. Cuartel General de Valencia, 13 de febrero de 1814. 4° y 2°.   TOMAS MONTILLA.

     El Capitán Ribas Palacios no fue un hombre importante si lo medimos con los parámetros que le conferían importancia a los hombres de su época; podemos decir que fue un hombre común y corriente.  No fue general ni doctor, no ganó batallas, no fue político ni ocupó altos cargos públicos, no fue intelectual ni comerciante, no escribió libros ni acumuló  cuantiosas fortunas,  no fue masón ni miembro de clubes;  dedicó su vida a lo que la dedicaban los hacendados de su tiempo (que vivían en sus haciendas); a sembrar caña y vender papelón, azúcar y aguardiente en su finca de Guarenas. Fue un agricultor que supo llevar con  orgullo pero con humildad  la inmensa gloria de ser el hijo único del más heroico general de nuestra guerra de independencia. La aristocracia de sus cuatro apellidos (Ribas, Herrera, Palacios, Blanco) no pesó sobre  la nobleza de espíritu que le reconocieron todos sus contemporáneos.

      Nació el 14 de febrero de 1811, recibió el grado de Capitán del Ejército el 13 de febrero de 1814, a los dos años de edad (el día antes de cumplir los tres años), y once días antes de cumplir los cuatro años, quedó huérfano de padre. Para el momento del asesinato del General, la familia se encontraba participando de la huida a oriente, el más dramático vía crucis de nuestros anales. Creció en Caracas al lado de su madre y en 1822, cuando tenía once años, su madre lo hizo trasladar a los Reynos de Francia, “para su mejor educación e ilustración”, al cuidado de una familia victoriana, las señoras Montilla, dueñas de haciendas en el Pao de Zárate y hermanas de los generales Mariano y Tomás Montilla.

     Durante su permanencia de siete años en Francia, se enteró de la muerte de su madre, ocurrida en 1824. Regresó a Venezuela en 1829, y al año siguiente, el 1 de septiembre de 1830, contrajo matrimonio con Amalia Anzola Tovar, su parienta, con quien tuvo tres hijos llamados José Félix, José Ignacio y Trina Ribas Anzola. En diciembre de ese año murió el Sol de Colombia, su primo hermano Simón Bolívar Palacios. Quedó huérfano de padre, de madre y de protector; conoció la verdadera orfandad.

     De su madre heredó varias fincas de caña a cuyo cultivo se dedicó. La hacienda “La Concepción” en Chacao, otra del mismo nombre en Guarenas, otra en Mariches, otra en Macaira,  otra a medias en Capaya y la casa solariega de los Palacios ubicada entre las esquinas de la Sociedad a los Traposos.  Se estableció en su hacienda “La Concepción de Maturín”, ubicada en el Pueblo de Guarenas y allí pasó el resto de su vida. El único acto público en el que participó tuvo lugar  en 1842, cuando forma parte del cortejo de familiares que marcha detrás del féretro que traslada los restos del Libertador a su antepenúltima morada en la Catedral de Caracas.

     De sus tres hijos, José Félix Ribas Anzola el primogénito,  no se casó; José Ignacio Ribas Anzola  se casó en Valencia con Luisa Paz y tuvieron dos hijos llamados José Ignacio y Luisa Amelia, ambos sin descendientes; por su parte la única hembra, Trina Ribas Anzola, casó con el Dr. Martín Aguinagalde, larense  y tuvo numerosa descendencia hasta nuestros días.

     Desde su infancia se empeño en hacer valer su grado de Capitán e incorporarse al ejército, pero le fue imposible a pesar de haber crecido en un mundo de primos. Los Ribas eran muchos,  los Palacios también y todos prolíficos;  José Félix tenía más de doscientos entre primos hermanos, primos segundos, primos terceros y primos de primos. Algunos miembros de su parentela   llegaron a ser Presidentes de la República, como Esteban Palacios, Manuel Felipe de Tovar, Antonio Guzmán Blanco o su primo y tocayo Carlos Valentín Soublette, pero ya los tiempos de la influencia de Bolívar habían pasado.

     Viudo de Doña Trinidad Anzola, contrajo segundo matrimonio en 1851, con Doña Carmen Villavicencio (con familiares que viven actualmente aquí en La Victoria). Vivieron en una casa del centro de Caracas situada de Reducto a Basurero, y allí murió el 18 de junio de 1875, a la edad de 64 años. La prensa caraqueña de la época reseñó su muerte y  publicó un hermoso artículo en su honor, bajo el  título de: “Un honorable Patricio”.